Vivir Creativamente

Por Donald Winnicott

Les acercamos Vivir Creativamente, una lúcida reflexión del psicoanalista Donald Winnicott sobre la conservación de aquello que nos hace sentir vivos más acá del ser y más allá de todo acatamiento a la realidad y a los preceptos: “el principio de realidad es un insulto.” Vivir creativamente es un esfuerzo, una apuesta en todos los aspectos de la vida, incluso en el matrimonio, porque “si uno ha sido feliz, entonces puede soportar la desdicha”.

 


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Vivir creativamente

(Fusión de dos borradores de una conferencia preparada por la Liga Progresista, 1970)

 

Definición de la creatividad

Cualquiera que sea la definición a que lleguemos, deberá incluir la idea de que la vida sólo es digna de vivirse cuando la creatividad forma parte de la experiencia vital del individuo.

Para ser creativa, una persona tiene que existir y sentir que existe, no en forma de percatamiento consciente, sino como base de su obrar.

La creatividad es, pues, el hacer que surge del ser. Indica que aquel que es, está vivo. El impulso puede estar adormecido, pero cuando la palabra “hacer” se torna apropiada, entonces ya hay creatividad.

Es posible demostrar que en algunos individuos, en ciertos momentos, las actividades que indican que están vivos son simples reacciones a un estímulo. Toda una vida puede ajustarse al modelo de reacciones ante estímulos. Retírense los estímulos y el individuo no vivirá. Pero en un caso tan extremo, la palabra “vida” está fuera de lugar.

Para que uno sea y sienta que es, es preciso que la actividad motivada predomine sobre la actividad reactiva.

Esto no depende de la voluntad ni del cambio reiterado del tipo de vida que se lleva. Las pautas básicas se establecen durante el proceso de maduración emocional, y los factores más influyentes son los que actúan al comienzo. Debemos presumir que la mayoría de las personas se encuentran en un punto más o menos equidistante de los extremos, y que es en esta zona intermedia donde tenemos la oportunidad de influir en nuestras pautas; y es esa oportunidad que creemos tener lo que hace que esta especie de análisis tenga interés y no sea sólo un ejercicio académico. (También pensamos en lo que podemos hacer como padres y educadores.)

La creatividad es, pues, la conservación durante toda la vida de algo que en rigor pertenece a la experiencia infantil: la capacidad de crear el mundo. Para el bebé no es difícil, ya que si la madre es capaz de adaptarse a sus necesidades, el bebé no comprende al principio que el mundo ya estaba allí antes de que él fuera concebido. El principio de realidad es el hecho de la existencia del mundo independientemente de que el bebé lo cree o no.

El principio de realidad es lamentable, pero hacia la época en que se le pide al niño pequeño que diga “gracias” ya han tenido lugar grandes progresos y el niño ha adquirido mecanismos mentales genéticamente determinados que le permiten hacer frente al insulto. Porque el principio de realidad es un insulto.

Describiré algunos de esos mecanismos mentales. En condiciones ambientales suficientemente buenas, el niño individual (que se convirtió en usted y en mí) encontró modos de asimilar el insulto. La sumisión, en un extremo, simplifica la relación con otras personas que, por supuesto, tienen necesidades propias que atender y una omnipotencia propia que preservar. En el otro extremo, el niño conserva algo de omnipotencia a través del recurso de ser creativo y de formarse su propia opinión sobre todas las cosas.

Veamos un ejemplo algo tosco: si una madre tuvo ocho hijos, hubo en realidad ocho madres. Y no sólo porque su actitud hacia cada uno de sus hijos fue diferente. Si se hubiera conducido de manera idéntica con todos ellos (y sé que esto es absurdo, porque no estamos hablando de una máquina), cada hijo la hubiese visto a través de sus propios ojos individuales.

Gracias a un proceso muy complejo de maduración genéticamente determinado y a la interacción de la maduración individual con factores externos que tienden a ser o bien facilitadores o bien desadaptativos e inductores de reacciones, el niño que se convirtió en usted o en mí adquirió cierta capacidad de ver todas las cosas de un modo nuevo, de ser creativo en cada detalle del vivir.

Podría buscar la palabra “creatividad” en el Oxford English Dictionary e investigar lo que se ha escrito sobre el tema en filosofía y psicología, y a continuación servir todo eso en una bandeja. Podría incluso aderezarlo de tal modo que ustedes exclamaran: “¡Qué original!”. Personalmente soy incapaz de seguir ese plan. Necesito hablar del tema como si nadie antes se hubiera ocupado de él, con lo que, por supuesto, mis palabras pueden parecer ridículas. Pero creo que ustedes verán en ello la necesidad que tengo de asegurarme de que mi tema no terminará por eclipsarme. Establecer las concordancias entre todo lo que se ha dicho sobre la creatividad me mataría. Es evidente que para sentirme creativo debo luchar sin pausa, y esto tiene la desventaja de que para describir una simple palabra como “amor” tengo que partir de cero. (Tal vez partir de cero sea lo adecuado.)  Volveré sobre el tema al hablar de la diferencia entre la vida creativa y el arte creativo.

Busco la palabra “crear” en un diccionario y encuentro: “traer a la existencia”. Una creación puede ser “un producto de la mente humana”. No es seguro que “creatividad” sea un término aceptable para un erudito. Para mí, vivir creativamente significa no ser muerto o aniquilado todo el tiempo por la sumisión o la reacción a lo que nos llega del mundo; significa ver todas las cosas de un modo nuevo todo el tiempo. Me refiero a la apercepción, que es lo contrario de la percepción.

                                              

Orígenes de la creatividad

Tal vez he dejado traslucir lo que pienso acerca del origen de la creatividad. Se requiere una doble caracterización. La creatividad se relaciona con el estar vivo, de modo que, salvo en períodos de reposo, el individuo se proyecta, y si encuentra un objeto en su camino, puede relacionarse con él. Pero esto es sólo el cincuenta por ciento. El otro cincuenta por ciento tiene que ver con la idea de que proyectarse física o mentalmente sólo tiene sentido para alguien que está allí para ser. Un bebé nacido casi sin cerebro puede tender la mano, hallar un objeto y usarlo sin que eso constituya una experiencia de vida creativa. Por otra parte, un bebé normal necesita aumentar su complejidad y convertirse en un probado “existidor” para experimentar el acto de tender la mano y encontrar un objeto como un acto creativo.

Vuelvo así a la máxima: el ser precede al hacer. Tiene que haber un desarrollo del ser detrás del hacer. En tal caso el niño, a su debido tiempo, dominará incluso sus instintos sin perder el sentido del self. El origen de la creatividad, por lo tanto, es la tendencia genéticamente determinada del individuo a estar vivo, permanecer vivo y relacionarse con los objetos que se interponen en su camino cuando llega para él el momento de esforzarse por conseguir cosas, incluso por alcanzar la luna.

           

Conservación de la creatividad

El individuo que no ha sido demasiado deformado por un deficiente contacto inicial con el mundo tiene amplias posibilidades de desarrollar este deseable atributo. Es verdad, como sin duda no dejarán ustedes de señalármelo, que pasamos gran parte de nuestra vida realizando tareas rutinarias, carentes de interés. Alguien tiene que realizarlas. Es difícil ver claro en esto, porque hay quienes incluso las encuentran útiles; quizás el hecho de que no se necesita mucha inteligencia para fregar un piso es lo que hace posible la existencia de una zona separada de experiencia imaginativa. Pero está también la cuestión de las identificaciones cruzadas, a la que me referiré más adelante. Una mujer puede fregar un piso sin aburrirse porque de algún modo comparte el placer de embarrarlo, al identificarse con su insoportable niñito que, en un momento de creatividad, llevó dentro de la casa el barro del jardín y se dedicó a pisotearlo. El niño supone que a las madres les encanta limpiar los pisos y eso constituye su fuerza, apropiada para su insoportable edad. (Se suele hablar en estos casos de conducta “adecuada a la fase”. Siempre he pensado que de esa forma suena muy bien.)

O bien un hombre puede encontrarse tan cerca del aburrimiento como es posible mientras trabaja junto a una cinta transportadora, pero cuando piensa en el dinero está pensando también en las mejoras que se propone introducir en la pileta de la cocina o está ya presenciando, en la pantalla de su televisor en colores cuyas cuotas aún no ha terminado de pagar, cómo su equipo favorito derrota inesperadamente a su eterno rival.

El hecho es que la gente no debería desempeñar empleos que les resulten sofocantes, y si no pueden evitarlo, deberían organizar sus fines de semana de manera tal que proporcionen alimento a su imaginación incluso en los peores momentos de aburridora rutina. Se ha dicho que es más fácil mantener activa la imaginación cuando la tarea es verdaderamente aburrida que cuando ofrece algún interés. Debe recordarse también que el trabajo puede ser muy interesante para algún otro que lo utiliza para llevar una vida creativa pero que no permite que nadie más actúe según su parecer.

El plan del universo ofrece a todos la posibilidad de vivir creativamente. Vivir creativamente implica conservar algo personal, quizá secreto, que sea incuestionablemente uno mismo. A falta de otra cosa, pruebe con la respiración, algo que nadie puede hacer en su lugar. O tal vez usted es usted mismo cuando le escribe a su amiga o cuando manda cartas a The Times o a New Society, presumiblemente para que alguien las lea antes de tirarlas.

                                                                      

Vida creativa y creación artística

Al mencionar la actividad epistolar he rozado otro tema que no debo omitir. Tengo que aclarar la diferencia entre vivir creativamente y ser creativo en la ejecución de obras artísticas.

Cuando vivimos creativamente, usted y yo descubrimos que todo lo que hacemos refuerza el sentimiento de que estamos vivos, de que somos nosotros mismos. Podemos mirar un árbol (no necesariamente una fotografía) y hacerlo creativamente. Si usted ha pasado alguna vez por una fase depresiva de tipo esquizoide (les ha ocurrido a la mayoría de las personas), entonces conoce la sensación que es exactamente inversa a la anterior. Cuántas veces no me habrán dicho: “Hay un citiso frente a mi ventana, y ha salido el sol, y sé intelectualmente que debe ser un bello espectáculo. Pero esta mañana (lunes) no significa nada para mí. No puedo sentirlo. Me provoca una aguda sensación de que no soy real”.

Aunque relacionados con la vida creativa, los actos creativos de quienes escriben cartas, de los literatos, poetas, artistas, escultores, arquitectos o músicos son diferentes. Convendrán ustedes en que si alguien se dedica a la creación artística, esperamos de él que ponga en juego algún talento especial. Para vivir creativamente, en cambio, no se necesita ningún talento especial. Vivir creativamente es una necesidad universal y una experiencia universal, e incluso un esquizofrénico encerrado en sí mismo y confinado al lecho puede estar viviendo creativamente en una actividad mental secreta, y por lo tanto en cierto sentido puede ser feliz. Desdichado es el que, durante una fase, advierte que le falta algo que es-esencial para el ser humano, mucho más importante que la comida o la supervivencia física. Si dispusiéramos de tiempo podríamos decir algo sobre la angustia como energía subyacente a la creatividad propia del artista.

 

Vida creativa en el matrimonio

Creo necesario analizar aquí el hecho de que en el matrimonio los cónyuges, o al menos uno de ellos, experimentan a menudo la sensación de estar perdiendo su capacidad de iniciativa. Se trata de una experiencia corriente, aunque la importancia de esa sensación, si se la Compara con todas las otras cosas que podrían decirse sobre la vida, es sin duda muy variable. Aquí y ahora debo suponer que no todas las parejas creen que pueden estar casadas y ser creativas al mismo tiempo. Uno u otro de sus miembros descubre que está participando en un proceso que puede conducir a que uno de ellos viva en un mundo creado por el otro. En los casos extremos debe ser muy molesto, pero supongo que por lo general no se llega a esa situación, que sin embargo permanece en estado latente y puede manifestarse de vez en cuando en forma aguda. Por ejemplo, el problema puede quedar oculto durante dos décadas consagradas al cuidado de los hijos y manifestarse luego como una crisis de la mediana edad.

Hay quizás una manera bastante sencilla de referirse al problema si se comienza por describir los hechos.

Conozco a dos personas que han estado casadas durante largo tiempo y han criado a una numerosa prole. Su primer veraneo conyugal lo compartieron durante una semana, y después el marido dijo: “Ahora me iré a navegar por una semana”. Su mujer le contestó: “Bien, a mí me gusta viajar; por lo tanto prepararé mi valija”. Sus amigos se alarmaron y dijeron: “Este matrimonio no tiene mucho futuro”. Sin embargo, el pronóstico resultó demasiado pesimista: esas dos personas tuvieron un matrimonio muy exitoso, y una de las cosas más importantes es que el marido dedica una semana a navegar, con lo cual perfecciona sus habilidades y disfruta de su pasatiempo, y la mujer ha paseado su valija por toda Europa. Tienen mucho que contarse en las restantes 50 semanas y pico, y el hecho de que no estén juntos durante la mitad de sus vacaciones de verano es beneficioso para su relación.

A muchas personas un arreglo semejante no les agradaría. No hay regla sobre los seres humanos que sea de aplicación universal. No obstante, este. ejemplo puede servir para mostrar que cuando dos personas no temen separarse tienen mucho que ganar, y que cuando temen separarse están expuestas a aburrirse la una de la otra. El aburrimiento puede obedecer a la restricción de la vida creativa, que es inherente al individuo y no a la sociedad, aunque un socio o pareja puede inspirar creatividad.

En casi cualquier familia en la que las cosas marchan bien es posible observar el equivalente del arreglo que hemos descrito al referirnos a esas dos personas. No es necesario abundar en detalles; explicar, por ejemplo, que la mujer toca el violín y el marido pasa una tarde por semana en el bar, bebiendo cerveza con unos amigos. En los seres humanos la normalidad o salud admite infinitas variaciones. Si decidimos ahora hablar de dificultades, tendremos que mencionar ciertos patrones en que la gente participa, que la gente reitera hasta el aburrimiento y que indican que algo anda mal en alguna parte. Hay en todo esto un elemento compulsivo, y detrás de ese elemento está el miedo. Muchas personas no pueden ser creativas porque están atrapadas en compulsiones relacionadas con algo que deberían hacer con su propio pasado. Hablar de las trabas que impone el matrimonio sólo me resulta fácil cuando me dirijo a quienes son relativamente afortunados en lo que se refiere a las compulsiones, es decir, a quienes no están dominados por ellas. A las personas que se sienten sofocadas por una relación, es muy poco lo que puedo decirles. No hay ningún consejo útil que se les pueda dar y uno no puede ser terapeuta de todo el mundo.

Entre ambos extremos -el de los que creen que su vida sigue siendo creativa en el matrimonio y el de los que piensan que el matrimonio es un obstáculo en ese sentido- hay sin duda una zona intermedia, y en esa zona nos encontramos muchos de nosotros. Somos bastante felices y podemos ser creativos, pero nos damos cuenta de que inevitablemente hay cierta clase de antagonismo entre el impulso personal y los compromisos propios de cualquier relación confiable. En otras palabras, estamos hablando nuevamente del principio de realidad, y al seguir desarrollando el tema terminaremos por analizar una vez más algún aspecto del intento que realiza el individuo de aceptar la realidad externa sin perder demasiado de su impulso personal. Este es uno de los varios trastornos básicos característicos de la naturaleza humana, y es en las primeras etapas de nuestro desarrollo emocional cuando se echan las bases de nuestra capacidad en ese sentido.

Al hablar del matrimonio exitoso, a menudo nos referimos a la cantidad de hijos o a la amistad que se ha desarrollado entre los cónyuges. Es fácil hablar y hablar sobre estas cuestiones, pero sé que ustedes no desean que me limite a lo fácil y superficial. Si hablamos de sexo -al que, después de todo, debe concederse un lugar importante en toda discusión sobre el matrimonio-, encontraremos desdicha por doquier. Podría tomarse como un axioma que son pocas las personas casadas que piensan que en su vida sexual viven creativamente. Se ha escrito mucho al respecto, y probablemente los psicoanalistas, para su desgracia, saben más que la mayoría de las personas acerca de estos problemas y de la aflicción que causan. Al psicoanalista no le es posible mantener la ilusión de que la gente se casa y vive feliz por siempre jamás, al menos en lo que se refiere a su vida sexual. Cuando dos personas se aman y son jóvenes, puede haber una época, incluso prolongada, en la que su relación sexual es una experiencia creativa para ambas. Esto es salud, y nos alegramos cuando los jóvenes lo experimentan directamente y sin inhibiciones. Creo que es incorrecto difundir entre ellos la idea de que es común que tal estado de cosas persista largo tiempo después de la boda. Alguien dijo (me temo que sólo es una broma): “Hay dos clases de matrimonio: aquel en que la joven sabe que ha elegido al hombre equivocado en su camino de ida al altar, y aquel en que lo sabe en su camino de vuelta”. Pero no hay razón para hacer bromas al respecto. El problema surge cuando nos empeñamos en hacer creer a los jóvenes que el matrimonio es una prolongada aventura sentimental. Sin embargo, me desagradaría hacer lo contrario y difundir la desilusión entre los jóvenes, asumir la tarea de cuidar de que lo sepan todo y no tengan ilusiones. Si uno ha sido feliz, entonces puede soportar la desdicha. Del mismo modo, un bebé no puede ser destetado si no ha recibido el pecho o un equivalente. La desilusión (aceptación del principio de realidad) sólo puede basarse en la ilusión. La gente tiene una terrible sensación de fracaso cuando comprueba que algo tan importante como la experiencia sexual se está convirtiendo cada vez más en una experiencia creativa para uno solo de los miembros de la pareja. Las cosas pueden funcionar bien cuando la relación sexual comienza mal y gradualmente las dos personas llegan a alguna clase de transacción, de toma y daca, de tal modo que finalmente ambas tienen una experiencia creativa.

La relación sexual es saludable y una gran ayuda pero sería un error suponer que constituye la única solución a los problemas de la vida. Debemos prestar atención a lo que hay bajo la superficie cuando el sexo, además de ser un fenómeno enriquecedor, es también una reiterada forma de terapia.

En este punto deseo recordarles los mecanismos mentales de proyección e introyección: me refiero a las funciones de identificarse con otros y de identificar a otros con uno. Como cabría esperar, hay personas que no pueden utilizar estos mecanismos, otras que pueden hacerlo cuando lo desean, y finalmente las que los utilizan de manera compulsiva, lo deseen o no. Para decirlo en la forma más simple, a lo que me refiero es a la capacidad de ponerse en el lugar del otro y a cuestiones de simpatía y empatía.

Es obvio que cuando dos personas viven juntas y están unidas por un vínculo íntimo públicamente anunciado, como ocurre en el matrimonio, tienen amplias posibilidades de vivir cada una a través de la otra. En la salud esto puede concretarse o no, según las circunstancias. Pero mientras que a algunos cónyuges les resulta difícil cederse roles recíprocamente, en otros casos se observan todos los grados posibles de fluidez y flexibilidad. Sin duda es adecuado que una mujer sea capaz de ceder al hombre la parte masculina del acto sexual, y a la inversa en el caso del hombre. Pero además de la actuación está la imaginación, y es seguro que imaginativamente no hay parte alguna de la vida que no pueda ser cedida o tomada.

Teniendo esto en cuenta, podemos considerar el caso especial de la creatividad. En relación con la función sexual, ¿quién es más creativo?, ¿el padre o la madre? No desearía opinar. Es una cuestión que podemos dejar de lado. Pero justamente en relación con el funcionamiento real debemos recordar que los padres pueden concebir un bebé en forma no creativa, es decir, sin haberse formado una idea de él. Por otro lado, un bebé puede comenzar su existencia precisamente en el momento adecuado, cuando ambas partes lo desean. En ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Edward Albee estudia el destino de un bebé que ha sido concebido en la imaginación pero que no llega a encarnarse. Es un estudio notable, tanto en la obra teatral como en la película. Pero no seguiré con el tema del sexo real y los bebés reales, porque todo lo que hacemos puede hacerse de manera creativa o no creativa. Volveré a ocuparme de los orígenes de Ja capacidad de vivir creativamente.

 

Algo más sobre los orígenes de la vida creativa

Es la vieja y remanida historia. Nuestra manera de ser depende en gran medida del punto que hayamos alcanzado en nuestro desarrollo emocional o del grado en que tuvo oportunidad de cumplirse la parte de nuestro desarrollo que tiene que ver con las primeras etapas del relacionarse con objetos. De eso me propongo hablarles.

Sé lo que diré: feliz es la persona que actúa creativamente todo el tiempo, tanto en su vida personal como a través de su pareja, sus hijos, amigos, etcétera. Nada cae fuera de este territorio filosófico.

Puedo mirar un reloj y ver sólo la hora; quizá ni siquiera eso, sólo las formas en el cuadrante; incluso es posible que no vea nada. Por otra parte, puedo estar viendo relojes en potencia; entonces me permito alucinar un reloj, y lo hago porque me resulta evidente que hay un reloj real que puede verse, de modo que cuando percibo el reloj real ya he pasado por un complejo proceso que se originó en mí.

Por lo tanto, cuando veo el reloj lo estoy creando, y cuando veo la hora también la estoy creando. Cada vez tengo mi pequeña experiencia de omnipotencia, antes de transferir esa incómoda función a Dios.

Hay aquí algo contrario a la lógica. La lógica se configura en un punto de lo ilógico. No puedo impedir esto: es real. Desearía profundizar este tema.

Cuando el bebé está preparado para descubrir un mundo de objetos e ideas, la madre, ajustándose al ritmo con que se desarrolla esta capacidad del bebé, le presenta el mundo. De esta manera, gracias a su excelente adaptación inicial, la madre le permite experimentar la omnipotencia, descubrir realmente lo que crea, crear y vincular lo creado con lo real. El resultado neto es que todos los bebés vuelven a crear el mundo. Y en el séptimo día, suponemos, se sienten complacidos y descansan. Así ocurre cuando las cosas marchan razonablemente bien, como, de hecho, suele suceder; pero alguien tiene que estar allí para que lo creado sea real. Si no hay nadie allí para cumplir esa misión, el niño, en los casos extremos, será autista -creativo en el espacio- y tediosamente sumiso en las relaciones (esquizofrenia infantil).

A continuación puede introducirse gradualmente el principio de realidad, y el niño, que ha conocido la omnipotencia, experimenta las limitaciones que impone el mundo. Pero para entonces es capaz de vivir a través de otra persona, de emplear los mecanismos de proyección e introyección, de dejar que de vez en cuando sea la otra persona quien dirija, y de ceder la omnipotencia.

Finalmente, el individuo renuncia a ser la rueda dentada o la caja de engranajes completa y adopta la posición más cómoda de ser un diente de la rueda. Ayúdenme a componer un himno humanista:

¡Oh! ser un diente

¡Oh! ser parte de un grupo

¡Oh! trabajar en armonía con otros

¡Oh! estar casado sin abandonar la idea de ser el creador del mundo.

El individuo que no comienza por experimentar la omnipotencia no tiene la oportunidad de ser un diente del engranaje y debe continuar insistiendo en la omnipotencia, la creatividad y el control, como si estuviera tratando de vender las poco atractivas acciones de una compañía fraudulenta.

En mis escritos he concedido mucha importancia al concepto de objeto transicional: algo que su hijo puede estar apretando en su mano en este mismo momento, quizás un pedazo de tela que alguna vez fue parte de la colcha de su cuna, o de una manta, o una cinta con la que su mamá se sujetaba el cabello. Es un primer símbolo y representa la confianza en la unión del bebé con la madre, basada en la experiencia de la confiabilidad de la madre y de su capacidad de saber lo que el bebé necesita, gracias a su identificación con él. He dicho que el bebé crea ese objeto; es algo que nunca cuestionaremos, aunque también sabemos que el objeto ya estaba allí antes de que el bebé lo creara. (Es posible incluso que también alguno de sus hermanos lo haya creado del mismo modo.)

No se trata tanto de “Pedid y os será dado” como de “Tended la mano y estará allí para que lo toméis, lo uséis y lo gastéis”. Este es el comienzo y debe perderse en el proceso de presentación del mundo real, del principio de realidad; pero en la salud hallamos el modo de vivir creativamente y recobrar así el sentimiento de que las cosas tienen sentido. El síntoma de una vida no creativa es el sentimiento de que nada tiene sentido, de futilidad, de “A mí qué me importa”.

Estamos ahora en condiciones de examinar la vida creativa y de utilizar, al hacerlo, una teoría coherente. La teoría nos permite comprender algunas de las razones por las que el tema de la vida creativa presenta dificultades que le son inherentes. Podemos adoptar un enfoque global u ocuparnos de los detalles que componen la vida creativa.

Debe quedar en claro que estoy tratando de alcanzar un estrato profundo, si no fundamental. Sé que una manera de cocinar salchichas consiste en seguir las instrucciones precisas que figuran en el libro de cocina de la señora Beeton (o en los artículos dominicales de Clement Freud), y otra manera es tomar algunas salchichas y cocinarlas de uno u otro modo, por primera vez en la vida. El resultado puede ser el mismo en ambos casos, pero es más agradable convivir con el cocinero o la cocinera creativos, aunque a veces ocurra un desastre o las salchichas tengan un gusto raro y uno sospeche lo peor. Lo que estoy tratando de decir es que para el cocinero esas dos experiencias son distintas: el servil que se ajusta a las instrucciones no obtiene nada de la experiencia, sólo aumenta su sensación de que depende de la autoridad; el original, en cambio, se siente más real y se sorprende de los pensamientos que acuden a su mente mientras cocina. Cuando nos sorprendemos a nosotros mismos estamos siendo creativos y descubrimos que podemos confiar en nuestra inesperada originalidad. No nos importa si los que comen las salchichas no advierten lo que su cocción tuvo de sorprendente o si no aprecian su sabor.

Creo que cualquier cosa que tenga que hacerse puede hacerse creativamente si el que la ejecuta es creativo o tiene capacidad para serlo. Pero si alguien está constantemente amenazado por la extinción de su creatividad, tendrá que soportar la tediosa sumisión o bien exagerar la creatividad hasta que las salchichas luzcan como algo de otro mundo o resulten incomibles.

Para mí es exacto, como ya lo he mencionado, que por muy escasamente dotado que esté un individuo, sus experiencias pueden ser creativas y estimulantes, en el sentido de que siempre hay algo nuevo e inesperado en el aire. Por supuesto que si la persona es muy original y talentosa sus dibujos valdrán 20.000 libras, pero dibujar como Picasso no siendo Picasso implica imitación servil y falta de creatividad. Para dibujar como Picasso uno tiene que ser Picasso; de lo contrario no hay creatividad. Los seguidores son por definición sumisos y aburridos, salvo cuando están buscando algo y necesitan que el coraje de Picasso los ayude a ser originales.

El hecho es que lo que creamos ya estaba allí, pero la creatividad consiste en el modo como llegamos a la percepción a través de la concepción y la apercepción. Por lo tanto, cuando miro el reloj, como tengo que hacerlo ahora, creo el reloj, pero tomo la precaución de no ver un reloj sino en el lugar preciso en que sé que hay uno. Les ruego que no rechacen esta muestra de absurda falta de lógica: reflexionen sobre ella y utilícenla.

Si está oscureciendo y me siento muy cansado, o un tanto esquizoide, tal vez vea relojes donde no los hay. Puedo ver algo en aquella pared e incluso ver la hora, y quizás ustedes me dirán que es sólo la sombra de una cabeza proyectada en la pared.

A algunas personas, la posibilidad de que se las considere locas o alucinadas las lleva a aferrarse a la cordura y a la clase de objetividad que podríamos denominar realidad compartida. Otras fingen a la perfección que lo que imaginan es real y puede ser compartido.

Podemos admitir que toda clase de personas vivan en el mundo con nosotros, pero necesitamos que los demás sean objetivos para poder disfrutar de nuestra creatividad, asumir riesgos y seguir nuestros impulsos con las ideas creativas que los acompañan.

Algunos niños crecen en una atmósfera de gloriosa vida creativa, pero no creativa para ellos sino para un progenitor o una niñera. Eso los asfixia y dejan de ser. O bien desarrollan una técnica de retraimiento.

Un tema muy amplio es el de la provisión de oportunidades a los niños para que vivan su propia vida, tanto en el hogar como en la escuela, y es un axioma que los niños que arriban con facilidad al sentimiento de que existen son los más fáciles de manejar. Son los menos vulnerables frente al embate del principio de realidad.

Si tenemos un vínculo formal con nuestra pareja, podemos intentar, como ya he mencionado, todos los modos y grados de proyección e introyección. Una esposa puede disfrutar con el goce que su marido encuentra en su trabajo, y un marido puede disfrutar con las experiencias de su mujer con la sartén. De esta forma el matrimonio -la unión formal- aumenta nuestras posibilidades de llevar una vida creativa. Se puede ser creativo por delegación, como cuando estamos realizando una tarea rutinaria y la concluimos más rápidamente al seguir las instrucciones que figuran en la etiqueta del frasco.

Me pregunto qué opinan ustedes de estas ideas que he puesto sobre el papel y que les he leído. Lo primero que debo señalar es que no puedo convertirlos en seres creativos hablándoles. A esos fines más me valdría escucharlos que hablarles. Si ustedes nunca tuvieron -o han perdido- la capacidad de sorprenderse a sí mismos en su experiencia del vivir, mis palabras no los ayudarán y sólo con dificultad lo haría la psicoterapia. Pero es importante saber, por cuanto atañe a otras personas (especialmente a niños de quienes podríamos ser responsables), que vivir creativamente es más importante para el individuo que tener éxito.

Lo que deseo poner en claro es que la experiencia de vivir creativamente implica, en cada uno de sus detalles, un dilema filosófico, ya que, en realidad, a fuer de cuerdos sólo creamos lo que encontramos. Incluso en el arte no podemos ser creativos en la depresión, a menos que nos encontremos en un hospital psiquiátrico haciendo la experiencia solitaria de nuestro propio autismo. Ser creativo en el arte o la filosofía depende en alto grado del estudio de todo lo que ya existe, y el estudio del ambiente proporciona un indicio para la comprensión y apreciación de cada artista. Pero el enfoque creativo hace que él artista se sienta real e importante, incluso si su obra es un fracaso desde el punto de vista del público. Con todo, el público sigue siendo para él tan necesario como su talento, su aprendizaje y sus herramientas.

Sostengo, por lo tanto, que si somos lo bastante sanos, no es ineludible que vivamos en un mundo creado por nuestro cónyuge, ni éste en un mundo creado por nosotros. Cada uno tiene su propio mundo privado, y además aprendemos a compartir experiencias recurriendo en diverso grado a las identificaciones cruzadas. Cuando criamos niños o iniciamos a un bebé en la senda que lo llevará a convertirse en un individuo creativo en un mundo de hechos reales, tenemos que ser no creativos, sumisos y capaces de adaptarnos; pero en general superamos el trance y descubrimos que no acaba con nosotros porque nos identificamos con esas nuevas personas que nos necesitan para poder llegar a disfrutar, también ellas, de una vida creativa.

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