Seminario 19 Clase 1 (Lacan)

Por Jacques Lacan

 En esta oportunidad les acercamos la primera clase que dio Lacan el 4 de Noviembre de 1971 (Seminario 19, …O peor (El saber del psicoanalista)), en su regreso al Hospital Ste. Anne. Leerán un Lacan distendido, un tanto nostálgico, reflexionando sobre lo que ha venido construyendo a partir de las categorías del saber, la verdad y la ignorancia. Desde Nicolás de Cusa a Henry Ey, desde el Budismo a Georges Bataille, trazará cinco puntos esenciales en su teoría, a saber:
1. El inconsciente está estructurado como un lenguaje y concierne a un saber particular: “el saber no sabido del que se trata en el psicoanálisis, es un saber que por supuesto se articula, está estructurado como un lenguaje”.
2. La interpretación concierne al lazo que la palabra hace con el goce. La interpretación tiene la orientación de hacer notar aquello que el sujeto encuentra en la repetición: goce.
3. El goce mora en el cuerpo, lo cual vincula al sujeto con la dimensión del acto y con la muerte.
4. No hay relación sexual: no hay modo de escribir la fórmula de la relación sexual. “En el ser parlante, hay alrededor de esta relación, en tanto fundada sobre el goce, un abanico totalmente admirable en su despliegue y (…) dos cosas (se ponen en evidencia) (…), todo lo que se puede hacer tratando convenientemente a un cuerpo, (…) participa del goce sexual. Pero, el goce sexual mismo, cuando quieren ponerle la mano encima (…) ya no es para nada sexual, se pierde.”
5. Frente a la ausencia de la relación sexual y a la pérdida del goce sexual mismo, lo que resta es aquello “que designa un cierto significado de un cierto significante perfectamente evanescente”, a saber, el Falo.
Estos, nos dirá Lacan hacia el final de la clase, permitirá construir los “puntos de verdad y de saber de los que importa escandir (en) lo que respecta al saber del psicoanalista”:
Tesis: No hay relación sexual.
Antítesis: La reproducción de la vida.
(No) Síntesis: No hay más goce que el de morir.
Los invitamos a leer esta clase a través de estos puntos dialécticos.

 

 

Jacques Lacan / Los Seminarios de Jacques Lacan / Seminario 19 (integrado)
…O peor (El saber del psicoanalista) / Clase 1. Del 4 de Noviembre de 1971
4 de Noviembre de 1971

Al  volver a hablar en Ste. Anne,  lo que habría esperado es que acá hubiese  residentes, como se  los  llama, que en mis  tiempos se  llamaban  “los  residentes de  los asilos”, ahora son “hospitales psiquiátricos”, sin contar el resto. Es a ese público al que apuntaba al volver a Ste Anne. Tenía  la esperanza de que algunos de ellos se molestaran. ¿Los hay acá? — hablo de residentes en ejercicio —. ¿Me harían el favor de levantar la mano? Es una aplastante minoría, pero en fin, me resultan suficientes.
A partir de aquí —y tanto como pueda mantener este aliento—, voy a tratar de decirles algunas palabras. Es evidente que estas palabras, como siempre, las improviso, lo que no quiere decir que no  tenga acá algunas  notitas,  pero  fueron  improvisadas  esta  mañana,  porque  trabajo mucho… pero no tienen que creerse obligados a hacer otro tanto. Un punto sobre el que insistí es  la distancia que hay entre el  trabajo y el saber, porque no olvidemos que esta noche, es saber  lo que  les prometo, no hay necesidad entonces de que se cansen, Van a ver por qué algunos lo sospechan ya, por haber asistido a la que se llama mi seminario.
Para empezar con el saber, hice observar, en un  tiempo ya  lejano, que el que  la,  ignorancia pueda ser considerada, en el budismo, como una pasión, es un hecho que se  justifica con un poco de  meditación;  pero  como  la  meditación no es  nuestro  fuerte,  no hay  para hacerlo conocer más que una experiencia. Es una experiencia que  tuve, que me marcó hace mucho tiempo,  justamente al  nivel  de  la  sala de  guardia.  Porque hace mucho  que  frecuento estos muros —no especialmente estos,  en esa época—  y  debería estar  está  inscripto en alguna parte,  por  el lado de 25 —  26,  y  los  residentes,  en esa época —  no hablo de  lo  que  son ahora—  los  residentes, tanto de  los hospitales como de  lo que se  llamaba  los asilos, eso era sin duda  un efecto de  grupo,  pero en  lo  que  respecta a atenerse a  la  ignorancia,  en eso estaban, me parece! Se puede considerar que eso está  ligado a un momento de  la medicina, ese  momento debía  forzosamente  ser  seguido por  la  vacilación    presente.  En esa época, después de  todo, esta  ignorancia, no olviden que hablo de  ignorancia, acabo de decir que es una pasión, no es para mi una minusvalía, tampoco es un déficit.
Es otra cosa: la ignorancia está ligada al saber. Es una manera de establecerlo, de volverlo un saber establecido. Por ejemplo, cuando se quería ser médico en una época que, por supuesto, era el  fin de una época,  y  bueno,  es  normal  que  se haya  querido beneficiarse de mostrar, manifestar una ignorancia, si puedo decir, consolidada. Dicho esto, luego de los que les acabo de decir  sobre  la  ignorancia,  no  se  sorprenderán de  que  les  haga notar  que  la  “ignorancia docta”, como se expresaba cierto cardenal, en el tiempo en que este titulo no era un certificado de ignorancia, un cierto cardenal llamaba “ignorancia docta” al saber más elevado. Era Nicolás de Cusa, para recordarlo de paso. De modo que la correlación de la ignorancia y del saber es algo de lo que debemos partir esencialmente y ver que después de todo, si la ignorancia, como tal, a partir de un cierto momento, en una cierta zona, lleva al saber a su nivel más bajo, no es culpa de la ignorancia, es más bien lo contrario.
Desde algún tiempo en la medicina, la ignorancia ya no es bastante docta para que la medicina sobreviva por otra cosa que supersticiones. Al sentido de este  término, y precisamente en  lo que concierne, en este caso, a la medicina, volveré quizás más tarde si tengo tiempo. Pero en fin,  para puntuar  algo  que es  de esta experiencia  que me  interesa mucho  volver  a abordar, después de estos 45 años de frecuentar estos muros —no es para vanagloriarme pero desde que entregué algunos de mis escritos para su publicación(1), todo el mundo sabe mi edad, ¡es  uno de  los  inconvenientes!—  en ese momento,  debo decir  que el  grado de  ignorancia apasionada que reinaba en la sala de guardia de Ste. Anne, debo decir que es inevocable. Es cierto que era gente que  tenía vocación y, en ese momento, tener vocación por  los asilos era algo bastante peculiar.
A esta misma sala de guardia llegaron al mismo tiempo cuatro personas cuyos nombres no me parece desdeñable  recordar, ya que soy uno de ellos. El otro que me gustaría hacer resurgir esta noche era Henri Ey. Se puede decir, no es cierto?, con el espacio de tiempo transcurrido, que  Ey  fue el  civilizador  de esta  ignorancia.  Y  debo decir  que aplaudo  su  trabajo.  La civilización, en fin, no nos saca de encima ningún malestar, como lo hizo notar Freud, muy por el contrario, Unbehagen, el no-bienestar, pero en  fin, eso  tiene un aspecto valioso Si ustedes creen que debía haber ahí el menor grado de ironía en lo que acabo de decir, se equivocarían enormemente, pero no pueden hacer otra cosa que equivocarse porque no pueden imaginarse lo  que era el  ambiente de  lar  asilos  antes  que  Ey  hubiese puesto  la  mano ahí.  Era algo absolutamente increíble.
Ahora  la historia ha avanzado  y  acabo de  recibir  una  circular  señalando  la alarma experimentada en cierta  zona de dicho ambiente hacia ese movimiento prometedor  de  toda suerte de chispas que se llama antipsiquiatría. Se querría que yo tome posición con respecto a eso, como si se pudiera tomar posición con respecto a algo que ya es una oposición Porque a decir  verdad,  no  sé  si  convendría hacer  algunas  observaciones sobre eso,  algunas observaciones  inspiradas en mi antigua experiencia,  la que precisamente acabo de evocar, y diferenciar, en esta ocasión, entre la Psiquiatría y la Psiquiatrería. La cuestión de los enfermos menta  les  o de  lo  que  se  llama,  por  decirlo mejor,  las  psicosis,  es  una  cuestión para nada resuelta por  la antipsiquiatría, cualesquiera  fuesen las ilusiones que mantienen al respecto las empresas  locales.  La antipsiquiatría es  un  movimiento  cuyo  sentido es  la  liberación del psiquiatra, si me atrevo a expresarme así. Y es muy cierto que no se encamina a eso.
No se encamina porque hay una característica que  tampoco habría que olvidar en  lo que se llaman  las  revoluciones,  es  que esa palabra,  esté admirablemente elegida al  querer  decir: retorno al  punto de partida. El  círculo de  todo esto  ya era  conocido,  pero esté ampliamente demostrado en el libro que se  llama Nacimiento de  la  locura, de Michel Foucault; el psiquiatra tiene en efecto un  servicio  social.  Es  la  creación de un  cierto  momento histórico.  El  que atravesamos  no está  cerca de alivianar  esta  carga,  ni  de  reducir  su  lugar, es  lo menos que podríamos decir sobre eso. De modo que deja a  las cuestiones de  la antipsiquiatría un poco fuera de lugar.
En fin, esto es una indicación introductoria, pero quisiera hacer notar que, en lo que respecta a las salas  de  guardia,  hay  algo de  todos  modos sorprendente  que hace,  en mi  opinión,  su continuidad  con  los más.  recientes  y  es  hasta  qué punto el  psicoanálisis,  en  relación a  los sesgos  que  toman ahí  los saberes,  el  psicoanálisis  no mejoró nada.  El  psicoanalista,  en el sentido en que planteé  la cuestión en  los años 67-68, cuando había  introducido  la noción “del psicoanalista”,  precedida por  el  artículo definido,  en  la época en  que  trataba  frente a un auditorio en el momento bastante amplio, de recordar el valor lógico del artículo definido, en fin, pasemos,  el  psicoanalista no parece haber  cambiado nada en un  cierto asiento del  saber. Después de  todo, todo esto es regular. No son cosas que ocurran de un día para el otro, que se  cambie el asiento del  saber. El porvenir era de Dios, como se dice, es decir, de  la buena suerte de aquellos que  tuvieron  la buena  inspiración de seguirme. Algo saldrá de ellos, si no se los comen los chanchos. Es lo que llamo buena suerte. Para los otros, no es cuestión de buena suerte.
Su asunto se  resolverá mediante el automatismo, que es  totalmente  lo contrario de  la suerte, buena o mala.
Lo que querría esta noche es esto: es que aquellos,  lo que querría, aquello a  lo que podrían dedicarse para que el psicoanálisis del que se valen no les deje ninguna chance, quisiera evitar para ellos  que  se establezca un malentendido en  nombre,  así,  de algo  que es  efecto de  la buena  voluntad de algunos  de  los  que  me  siguen  Han oído bastante bien  —en  fin,  como pueden—lo  que dije del  saber  como hecho de  correlato de  ignorancia,  y  entonces  eso  les preocupó un poco.
Los hay entre ellos, no sé qué mosca les había picado, una mosca literaria por supuesto, unas cosas que andan ahí por los escritos de Georges Bataille, por ejemplo, porque de otro modo pienso que no se les hubiese ocurrido… está el no-saber. Debo decir que Georges Bataille dio un día una conferencia sobre el no-saber, y eso anda quizás por dos o  tres  rincones de sus escritos.  En  fin,  Dios sabe  que no  se burlaba  y  que  muy  especialmente el  día de  su conferencia, ahí en  la sala de Geografía, en St. Germain des Prés, que conocen bien porque es  un  lugar  de  cultura;  no dijo ni  una palabra,  lo  que no era una mala  forma de hacer ostentación del no- saber. Se burlaron y es un error, porque ahora queda bien el no-saber. Eso pulula, ¿no es cierto?, un poco por todas partes, entre los místicos, Inclusive nos viene de ellos, ya  que entre ellos  eso  tiene un sentido.  Y  entonces,  en  fin,  se  sabe  que  Insistí  sobre  la diferencia entre  saber  y verdad.  Por  lo  tanto,  si la  verdad no es  el  saber,  es  que es  el  no-saber.  Lógica aristotélica  “todo  lo que no es  negro,  es  lo no-negro”,  como  lo hice notar  en alguna parte. Lo hice notar, es seguro, articulé que esta  frontera sensible entre  la verdad y el saber, es ahí precisamente que se sostiene el discurso analítico. Pues bien, entonces es un buen camino para proferir,  levantar  la bandera del no-saber. No era una mala bandera. Puede servir  justamente de  llamada a  lo que no es de  todos modos excesivamente  raro de  reclutar como clientela:  la crasa  ignorancia, por ejemplo., Eso existe  también, en  fin, resulta cada vez más  raro. Pero hay otras cosas, hay vertientes… la pereza,  por  ejemplo,  de  la  que hablé desde hace mucho tiempo. Y después hay ciertas formas de Institucionalización, de campos de concentración de  Dios,  como  se decía antiguamente, dentro de la universidad, donde esas cosas son bien recibidas, porque queda bien. En suma, uno se dedica a  toda una mímica, ¿no es cierto?, pase usted primero, señora Verdad, el agujero está ahí, ¿no es cierto? este es su lugar. En fin, es un hallazgo, este no-saber.
Para  introducir  una definitiva  confusión acerca de un  tema delicado,  el  que  resulta  muy precisamente el punto en cuestión en el psicoanálisis, lo que llamé esta frontera sensible entre verdad y saber, no hay nada mejor. No es necesario fechar,
En fin, 10 años antes, se habla hecho otro hallazgo que no era malo tampoco, con respecto a lo  que debo  llamar mi  discurso. Yo  lo había empezado diciendo  que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje. Habíamos encontrado un coso formidable: a los dos tipos que mejor  habrían podido  trabajar  en esa  línea,  hilar  este hilo,  les  habíamos  dado un muy  lindo trabajo: Vocabulario de la Filosofía. Qué digo?, “Vocabulario del Psicoanálisis”. Ustedes ven el lapsus, ¿eh? En fin, eso vale por el Lalande.  “Lalengua”  (lalangue), como  lo escribo ahora —no  tengo pizarrón.. .bueno, escriban  lalengua en una palabra; es así como lo escribiré de ahora en más ¡Miren qué cultivados son! ¡Entonces no se oye nada! ¿Es la acústica? ¿Querrían hacer la corrección? No es una d, es una g. Yo no dije el inconsciente está estructurado  como  lalengua,  sino  que está estructurado  como un lenguaje, y volveré sobre esto más tarde.
Pero cuando, se les encargó a los responsivos (2) de los que hablé hace un rato, el Vocabulario del  Psicoanálisis,  es  evidentemente  porque había puesto a  la orden del  día este  término saussuriano: “lalengua”, que, lo repito, escribiré desde ahora en una sola palabra. Y justificaré por  qué.  Y  bien,  lalengua  no  tiene nada  que  ver  con el  dicciónario,  cualquiera  sea.  El dicciónario tiene que ver con la dicción, es decir, con la poesía y con la retórica por ejemplo. No es poca cosa eh? Va de la invención a la persuasión, en fin, es muy importante.
Sólo  que no es  justamente este aspecto,  el  que  tiene  que  ver  con  lo  inconsciente. Contrariamente a lo que pienso, la masa de los oyentes piensa, pero que de todos modos una parte importante ya sabe, ya sabe si escuchó esos pocos términos en los cuales intenté hacer pasaje a lo que digo del inconsciente: el inconsciente tiene que ver ante todo con la gramática, tiene  también un poco  que  ver, mucho  que  ver, todo  que  ver,  con  la  repetición,  es  decir  la vertiente totalmente contraria a lo que o para lo que sirve un diccionario. De modo que era una manera bastante buena de hacer  como aquellos  que habrían podido ayudarme en ese momento a hacer mi  camino,  el  derivarlos.  La  gramática  y  la  repetición,  son una  vertiente totalmente distinta de la que señalaba hace un rato, de la invención, que no es poca cosa, sin duda,  la persuasión  tampoco.  Contrariamente a  lo  que está,  no  sé por  qué, todavía  muy difundido,  la  vertiente útil  en  la  función de  lalengua, la vertiente útil  para nosotros, psicoanalistas, para los que tienen que vérselas con el inconsciente, es la lógica.
Este es  un pequeño paréntesis  que  se  remite a  lo  que hay  de  riesgo de pérdida en esta promoción absolutamente  improvisada y ética, a  la cual nunca di verdaderamente ocasión de que se cometiera error, la que se impulsa desde él no-saber. Es que hace falta demostrar que está en el  psicoanálisis,  fundamental  y  primero,  el  saber.  Es  lo  que  voy  a  tener  que demostrarles.
Enganchémoslo por una punta, a este primer carácter masivo, la primacía de este saber en el psicoanálisis. Hace  falta  recordarles que cuando Freud  intenta dar cuenta de  las dificultades que hay en el avance del psicoanálisis, un artículo de 1917 en  Imago; si  recuerdo bien, y en todo  caso,  fue  traducido,  apareció en el  primer  número del  International  Journal  of Psychoanalysis,  “Una dificultad en  la  vía del  psicoanálisis”,  es  así  como  se  titula,  es  que el saber del que se trata no pasa cómodamente, de este modo. Freud lo explica como puede y es justamente así  como  se presta al  malentendido  — no es casual—   ese  famoso  término resistencia, del que creo haber logrado, al menos en una cierta zona, que ya no nos taladre los oídos; pero es cierto que hay una en  la que, no  lo dudo,  florece siempre, ese  famoso  término resistencia, que es evidentemente para él de una aprensión permanente. Entonces, debo decir, por qué no atreverse a decir que  tenemos  todos nuestros deslizamientos, son sobre  todo  las resistencias  las que  favorecen  los deslizamientos. Se descubrirá esto dentro de algún  tiempo en lo que dije; pero después de todo, no es tan seguro. Finalmente en suma. Freud incurre en un defecto.  El  piensa  que  contra  la  resistencia no hay más  que una  cosa  que hacer,  es  la revolución. Y entonces  termina enmascarando aquello de  lo que se  trata, a saber  la dificultad muy especifica que tiene para hacer entrar en juego una cierta función del saber. Confunde el hacer. lo con lo que queda prendido de revolución en el saber.
Es ahí en ese pequeño artículo — lo retomará después en Malestar en la cultura—  que está el primer gran trozo acerca de la revolución copernicana. Era un camelo del saber universitario de la época. Copérnico — ¡pobre Copérnico!—  había hecho la revolución. Era él —  como nos dicen en los manuales—  quien había vuelto a poner al Sol en el centro y a la Tierra a girar alrededor. Está  totalmente  claro  que a pesar  del  esquema  que  lo  muestra bien,  en efecto,  en  “De revolutionnibus” etc…., Copérnico no había  tomado estrictamente ningún partido con respecto a eso y nadie hubiese pensado en criticarlo por eso. Pero en  fin, es un hecho en efecto, que hemos  pasado del  gea al  heliocentrismo  y  se  supone  que esto habría dado un  golpe,  un “blow”,  como  se expresa en el  texto  inglés,  a no  se  sabe  qué pretendido narcisismo cosmológico.
El segundo “blow”, que es biológico, Freud nos lo evoca, al nivel de Darwin, con el pretexto de que,  como para  lo  que hace a  la Tierra,  la  gente  tardó un  cierto  tiempo en  reponerse de  la nueva noticia, que ponía al hombre en una relación de parentesco con los primates mudemos. Y Freud explica  la  resistencia al psicoanálisis por esto: es  lo que es atacado, es propiamente hablando esta  consistencia del  saber que hace que  cuando  se  sabe algo,  lo mínimo que se puede decir, es que se sabe que se lo sabe.
Dejemos  lo que evoca a este respecto, porque está ahí  lo medular,  lo que agrega, a saber el mamarracho con forma de yo (moi) que está hecho ahí alrededor, es a saber que el que sabe que sabe, y bueno, soy yo. Está claro que esta referencia al yo es segunda en relación a esto de que un saber se sabe y que la novedad es lo que el psicoanálisis revela: es un saber no-sabido por sí mismo. Pero les pregunto, qué habría acá dé nuevo,  incluso de naturaleza  tal que provoque  la  resistencia, si este  saber  fuera natural  de  todo un  mundo,  animal  precisamente,  en el  que nadie podría sorprenderse de  que en  general  el  animal  sepa  lo  que  le hace  falta,  a  saber  que  si  es  un animal de vida terrestre no se va a sumergir en el agua más que un tiempo limitado: sabe que eso no  le  vale de nada. Si  el inconsciente es  algo  sorprendente,  es  que este  saber  es  otra cosa: es ese saber del que tenemos idea, por otra parte poco fundada desde siempre, ya que no es  por  nada  que  se ha evocado  la  inspiración,  el  entusiasmo,  esto desde  siempre,  es  a saber,  que el  saber  no-sabido del  que  se  trata en el  psicoanálisis,  es  un  saber  que por supuesto se articula, está estructurado como un lenguaje.
De modo que acá,  la  revolución,  si puedo decir, adelantada por Freud, tiende a enmascarar aquello de  lo que se  trata: que ese algo que no pasa, revolución o no, es una subversión que se produce dónde? en  la  función, en la estructura del saber. Y eso es lo que no pasa, porque en  verdad,  la  revolución  cosmológica,  no  se puede  decir  ciertamente,  salvo  la molestia  que producía en algunos  doctores  de  la  Iglesia,  que  sea algo  que de ningún  modo  sea de naturaleza tal que al hombre; como se dice, lo haga sentirse de alguna manera humillado, por eso el empleo del término revolución es tan poco convincente, porque el hecho mismo de que haya habido  revolución  sobre este punto,  es  más  bien exaltante,  en  cuanto a  lo  que es narcisismo.
Lo mismo ocurre  totalmente en cuanto al darwinismo. No hay doctrina que ponga más alto  la producción humana que el evolucionismo, hay que decirlo. Tanto en un caso como en el otro, cosmológica o biológica, todas esas revoluciones no dejan menos al hombre en el lugar de  la flor de  la creación. Es por lo que puede decirse que esta referencia está verdaderamente bien inspirada. Quizás sea ella quien está hecha  justamente para enmascarar,  para hacer  pasar aquello de  lo que se  trata, a saber que este saber, este nuevo estatuto del saber, es  lo que debe  traer aparejado un  tipo  totalmente nuevo de discurso, que no es fácil de sostener, y que hasta un cierto punto aún no ha comenzado.
El inconsciente,  he dicha,  esté estructurado  como un  lenguaje  cuál?  Y  por  qué dije un lenguaje? Porque en cuestión de lenguaje ya empezamos a conocer algo de eso. Se habla de lenguaje-objeto, en  la  lógica, matemática o no. Se habla de metalenguaje. Hasta se habla de lenguaje, desde hace un  tiempo, en el nivel de la biología. Se habla de lenguaje hasta por los codos. Para empezar, digo que  si hablo de  lenguaje es porque  se  trata de  rasgos comunes que se encuentran en lalengua; lalengua aún estando sujeta a una muy gran variedad, tiene no obstante,  constantes.  El lenguaje del  que  se  trata, tal  como  me  tomé el  tiempo,  la preocupación,  la  molestia  y  la paciencia de articularlo,  es  el lenguaje en  el  que  se puede diferenciar al código del mensaje, entre otras cosas. Sin esta distinción mínima no hay  lugar para la palabra. Es por esto que cuando introduzco estos términos, los titulo “Función y campo de  la palabra” —para  la palabra es  la  función—   “y  del lenguaje” —para el lenguaje es el campo— . La palabra,  la palabra define el lugar de  lo que se  llama  la verdad. Lo que marco, desde su entrada, para el uso que quiero hacer de ella, es su estructura de  ficción, es decir, también de mentira.  En  verdad,  viene al  caso decirlo,  la  verdad no dice  la  verdad — no a medias—  más que en un caso: es cuando dice  “miento”. Es el único caso en el que se está seguro de que no miente porque ella es supuesta saberlo. Pero de Otro modo (Autrement), es decir de Otro modo con A mayúscula, es muy posible que diga de  todos modos  la verdad sin saberlo. Es  lo que  intenté marcar con mi S mayúscula, paréntesis de A mayúscula, S  (A/)  [A mayúscula barrada], precisamente, y  tachada. Eso, al menos eso, no pueden decir que no es en  todo caso un saber, para  los que me siguen, que no esté en  lo que habría que  tomar en cuenta para  guiarse,  aunque  fuese,  a  corto plazo  Es  el  primer  punto del inconsciente estructurado como un lenguaje.
El  segundo,  ustedes  no  me esperaron  —   les  hablo a  los  psicoanalistas—   ustedes  no  me esperaron para saberlo, porque es el principio mismo de  lo que hacen desde que  interpretan. No hay  interpretación  que no concierna…a  qué? al lazo de  lo  que,  en  lo  que oyen,  se manifiesta en palabra, el lazo de esto con el goce. Puede ser que  lo hagan de algún modo, inocentemente, a saber, sin darse cuenta nunca que no hay una interpretación que quiera decir nunca otra cosa, pero finalmente, una interpretación analítica siempre es eso. Ya sea beneficio secundario o primario, el beneficio es de goce. Y eso, está totalmente claro, que la cosa surgió de  la pluma de Freud, no  inmediatamente, porque hay una etapa, está el principio del placer, pero en fin, está claro que lo que lo sorprendió un día es que, se haga lo que se haga, inocente o no, lo que se formula, se haga lo que se haga ahí, es algo que se repite.
“La  instancia, dije, de  la  letra..”, y si uso  instancia, es como para  todos  los empleos que hago de  las  palabras,  no  sin motivo,  es  que  instancia  resuena  también en el  nivel  de  lo  jurídico,  resuena  también en el  nivel  de  la  insistencia,  donde hace  surgir  ese módulo  que definí  del instante al nivel de cierta  lógica. Esta repetición, es ahí donde Freud descubre el Más allá del principio del placer. Pero vemos que si hay un más ella, no hablemos ya de principio, porque un principio en el que hay un más allá, ya no es un principio, y dejemos de  lado, de paso, al principio de  realidad.  Todo eso  claramente,  debe  ser revisto.  No hay  después  de  todo dos clases de seres parlantes:  los que se gobiernan según el principio de placer y el principio de realidad, y  los que están más allá del principio del placer, sobre  todo porque como se dice — es el caso clínicamente, son sin duda los mismos. El proceso primario se explica en un primer tiempo por esta aproximación que es la oposición, la bipolaridad,  de placer/principio de  realidad; hay que decirlo, este esbozo es  insostenible y está hecho  solamente para hacer  digerir  lo  que pueden  los  oídos contemporáneos de estos primeros enunciados que son —  no quiero abusar de este  término—  oídos burgueses, a saber que no tienen absolutamente la menor idea de lo que es el principio del placer. El principio del placer  es  una  referencia de  la  moral  antigua:  en  la  moral  antigua,  el  placer,  que  consiste precisamente en hacerlo  lo menos  posible  “otium  cum  dignitate”,  es  una ascesis  de  la  que puede decirse que alcanza a la de los cerdos (pourceaux), pero de ningún modo en el sentido en que  se entiende. La palabra cerdo no significa en  la antigüedad ser chancho, eso quería decir  que  rayaba en  la  sabiduría del  animal. Era una apreciación,  un  toque,  una nota,  dada desde el  exterior  por  gente  que no  comprendía de  qué  se  trataba,  a  saber  del  último refinamiento de  la moral del Amo. ¿Qué puede  tener eso que ver con  la  idea que se hace el burgués del placer y por otra parte, hay que decirlo, de la realidad?
Sea como sea, —es el  tercer punto—  lo que resulta de  la  insistencia con que el inconsciente nos remite lo que formula, es que si por un lado nuestra interpretación nunca tiene más que el sentido de hacer notar  lo que el sujeto encuentra ahí, ¿qué es  lo que encuentra? Nada que no deba catalogarse como registro del goce. Es el tercer punto.  Cuarto punto: ¿dónde yace el goce? ¿Qué hace falta ahí? Un cuerpo. Para gozar hace  falta un cuerpo.  Aún  quienes  prometen beatitudes  eternas,  no pueden hacerlo más  que  suponiendo que ahí el cuerpo se vehiculiza: glorioso o no, tiene que estar. Hace falta un cuerpo. ¿Por qué?  Porque la dimensión del goce para el cuerpo, es la dimensión del descenso hacia la muerte. Es por otra parte, muy precisamente en  lo que el principio de placer en Freud, anuncia que él ya sabía desde ese momento  lo que decía, porque si lo  leen con cuidado, verán que el principio del placer no  tiene nada que ver con el hedonismo, aún si nos es  legado por  la más antigua tradición; es en verdad, el principio del displacer. Es el principio del displacer y  lo es al punto que, de enunciarlo en todo momento, Freud se despista. Nos dice en qué consiste el placer: en bajar  la  tensión. Si no es el principio mismo de  todo  lo que  tiene el nombre de goce, de qué gozar, si no de que se produzca una tensión. Es por esto que, cuanto Freud va por el camino del  “Jenseits  der  Lustprinzips”,  del  Más  allá del  principio del  placer,  qué nos  enuncia en Malestar  en  la  cultura,  sino  que  muy  probablemente,  mucho  más  allá de  la  represión (répression)  llamada  social,  debe haber  una  represión  (répression)  —lo escribe textualmente—  orgánica.
Es curioso, es una  lástima que haga  falta  tomarse  tanto  trabajo para cosas dichas con  tanta evidencia y para hacer notar esto: que  la dimensión en  la cual el ser parlante se distingue del animal, es seguramente que hay en él esta hiancia, por donde se perdía, por donde  le está permitido operar  sobre el  o  los cuerpos,  sea el  suyo o el  de  sus semejantes,  o el  de  los animales que  lo  rodean, para hacer surgir, en su propio beneficio o en el de ellos,  lo que se llama hablando con propiedad, el goce.
Resulta seguramente más extraño que  los encaminamientos que acabo de subrayar,  los que van de esta descripción sofisticada del principio del placer al reconocimiento abierto de lo que concierne al  goce  fundamental,  es  más  extraño  ver  que  Freud,  en este nivel,  cree deber recurrir a algo que designa como el instinto de muerte. No es que sea  falso, sino que decirlo así, de esta manera tan sabia, es justamente lo que los sabios que él engendró bajo el nombre de psicoanalistas no pueden digerir en absoluto.
Esta larga cogitación, esta rumia alrededor del instinto de muerte, que es lo que caracteriza —podemos decirlo— finalmente, al conjunto de la institución psicoanalítica internacional, el modo que tiene ésta de clivarse, de partirse, de repartirse, admite, no admite, “ahí me detengo”, “no lo  soy hasta ahí”, estos  interminables dédalos alrededor de este  término que parece elegido para dar la ilusión de que en este campo, sé ha descubierto algo que se puede decir análogo a lo que en  lógica se  llama paradoja, es sorprendente que Freud, con el camino que ya habla despejado,  no haya  creído  tener  que puntuarlo,  pura  y  simplemente.  El  goce  que verdaderamente está en el orden de la erotología, al alcance de cualquiera —  es cierto que en esa época  las publicaciones del marqués de Sade estaban menos difundidas— , es sin dudapor  lo  que  creí  deber,  cuestión de poner  fecha, marcar  en alguna parte en mis Escritos,  la relación de Kant con Sade.
Si, de proceder así, no obstante pienso que hay una respuesta, no es forzoso que él, más que ninguna de  nosotros,  haya  sabido  todo  lo  que decía.  Pero,  en  lugar  de  contar  nimiedades sobre el instinto de muerte primitivo, venido del exterior o venido del interior, o retornando del exterior al interior y engendrando más tarde, en fin, reapareciendo en la agresividad y la pelea, habríamos podido leer quizás esto, en el instinto de muerte de Freud, que lleva tal vez a decir que el único acto, que en definitiva —si hay uno—  sería un acto acabado —entiendan bien que hablo, como hablaba el año pasado, de Un discurso que no sería de la apariencia, tanto en un caso como en el otro, no lo hay, ni discurso, ni acto semejante—  sería entonces, si pudiese serlo, el suicidio.
Es lo que Freud nos dice. No nos lo dice así, en crudo, en claro, como podemos decirlo ahora, ahora que  la doctrina se ha abierto camino un poquito y sabemos que no hay acto más que fracasado y que es inclusive la única condición para una apariencia de éxito. Es sin duda por lo que el suicidio merece objeción. Porque no es necesario que permanezca como tentativa para ser  igualmente  fracasado, completamente  fracasado desde el punto de vista del goce. Quizás los budistas con sus bidones de nafta —porque están de moda—, no lo sabemos, no regresan para dar testimonio (nota del traductor(3)). Es un  lindo  texto, el  texto de Freud. No por nada nos  trae de nuevo el soma y el germen. El siente, huele que ahí es donde hay algo para profundizar, es el quinto punto que enuncie en mi seminario este año y se enuncia así: no hay relación sexual.
Por supuesto, parece así un poco chiflado, un poco disparatado. Alcanzaría con fifar bien un poco para demostrarme lo contrario. Desgraciadamente es la única cosa que no demuestra en absoluto nada semejante,  porque  la noción de  relación no  coincide  totalmente  con el  uso metafórico  que  se hace de  esta palabra a  secas,  “relación”:  “tuvieron  relaciones”,  no es  del todo eso.  Se puede  sanamente hablar  de  relación,   no  solamente  cuando  la establece un discurso, sino cuando se enuncia  la  relación. Porque es verdad que  lo  real está ahí antes de que  lo pensemos, pero  la relación es mucho más dudosa: es algo que no solamente hay que pensar sino escribir. Si no son capaces de escribirlo, no hay relación. Sería quizás muy notable si se verificara, lo suficiente como para que comenzara a dilucidarse un poco, que es imposible escribirlo,  lo que habría con  respecto a  la  relación sexual. La cosa  tiene  importancia, porque justamente,  por  el  progreso de  lo  que  llamamos  la  ciencia,  estamos  llevando muy  lejos  un montón de pequeñas cuestiones, que se sitúan al nivel de  la gameta, al nivel del gen, a nivel de  las selecciones,  de divisiones,  llámese  como  se  quiera,  meiosis  u otra,  y  que padecen efectivamente dilucidar algo, algo que pasa a nivel del hecho de que la reproducción, al menos en cierta zona de la vida, es sexuada.
Pero esto no  tiene absolutamente nada  que  ver  con  la  cuestión de  la  relación  sexual,  por cuanto es muy seguro que, en el ser parlante, hay alrededor de esta relación, en tanto fundada sobre el goce, un abanico  totalmente admirable en su despliegue y que dos cosas  resultaron puestas  en evidencia,  por  Freud,  por  Freud  y  por  el  discurso analítico,  es  toda  la  gama del goce, quiero decir todo lo que se puede hacer tratando convenientemente a un cuerpo, incluso su cuerpo, todo esto, en cierto grado, participa del goce sexual Pero, el goce sexual mismo, cuando quieren ponerle la mano encima, si puedo expresarme así, ya no es para nada sexual, se pierde.
Y es aquí donde entra en Juego  todo  lo que se define con el  término Falo, que es sin duda eso, lo que designa un cierto significado un significado de un cierto significante perfectamente evanescente puesto  que en cuanto a definir  lo que hay del hombre o de  la mujer,  lo que el psicoanalista nos muestra, es muy precisamente que es imposible y que hasta un cierto grado, nada  indica especialmente  que  sea hacia el  campanero del  otro  sexo  que deba dirigirse el goce, si el goce es considerado por un  instante, como  la guía de  lo que  tiene que ver con  la función de la reproducción.
Nos encontramos ahí ante el estallido de la, digamos, noción de sexualidad. La sexualidad está en el centro, sin duda alguna, de todo lo que sucede en el inconsciente, Pero está en el centro en  tanto es una  falta, es decir que en el lugar de  lo que  fuera que pudiera escribirse—  de  la relación sexual como  tal, se sustituyen  los  impasses, que son los que engendra la función del goce precisamente sexual en tanto que éste aparece como esa especie de punto de espejismo del cual en algún lugar Freud mismo da la nota como  del goce absoluto. Pero es  que precisamente no  lo es, absoluto. No  lo es en ningún asentido, primero porque, como  tal,  está destinado a esas  diferentes  formas  de  fracaso  que  constituyen  la  castración, para el goce masculino,  la división en  lo que respecta a goce  femenino y que, por otra parte, aquello a  lo  que el  goce  lleva,  no  tiene estrictamente nada  que  ver  con  la  copulación,  por cuanto que ésta es, digamos, el modo usual —cambiará—  por el que se hace, en  la especie del ser parlante, la reproducción.
En otros  términos, hay una  tesis: no hay  relación sexual —es del ser parlante que hablo— . Hay una antítesis que es  la  reproducción de  la vida. Es un  tema muy conocido. Es  la actual bandera de  la  Iglesia católica, en  lo cual hay que aplaudir su coraje. La Iglesia católica afirma que hay una  relación  sexual: es  la que  culmina en hacer nenitos. Es una afirmación que es completamente  sostenible,  sólo  que es  indemostrable.  Ningún discurso puede  sostenerlo, salvo el discurso  religioso, en  tanto define  la estricta separación que hay entre  la verdad y el saber.  Y  en  tercer  lugar  no hay  síntesis,  a  menos  que ustedes  llamen  síntesis  a esta observación de que no hay  más goce que el de morir.
Tales son los puntos de verdad y de saber de los que importa escandir lo que respecta al saber del psicoanalista, con la salvedad de que no hay un sólo psicoanalista para el que esto no sea letra muerta. Para la síntesis podemos fiarnos de ellos para sostener sus términos y verlos en un lugar totalmente distinto que el instinto de muerte. Espanten lo natural, vuelve al galope (4), como se dice, ¿no es cierto?
Convendría de  todos modos,  darle  su  verdadero  sentido a esta  vieja  fórmula proverbial.  Lo natural, hablemos de él, pues de el se trata. Lo natural, es todo lo que se viste con la librea del saber y Dios sabe que eso no falta y un discurso que está hecho únicamente para que el saber haga de ropaje, es el discurso universitario. Está totalmente claro que el ropaje del que se trata es la idea de la naturaleza.
No está pronta a desaparecer del primer plano de  la escena. No es que yo  trate de sustituirle otra.  No  imaginen  que  soy  de  los  que oponen  la  cultura a  la naturaleza.  Aunque  fuese en primer  lugar  porque  la naturaleza es  precisamente un  fruto de  la  cultura,  pero en  fin,  esta relación,  la  verdad/el  saber  o  como  quieran,  el  saber/la  verdad,  es  algo a  lo  que no hemos empezado a  tener siquiera el más mínimo principio de adhesión, como ocurre en  la medicina, en  la psiquiatría  y  un montón de otros  problemas Vamos  a  estar  sumergidos,  dentro de no mucho  tiempo,  antes  de 4,  5 años  en  todos  los  problemas segregativos  que  titularemos  o fatigaremos con el  término racismo, todos  los problemas que son precisamente  los que van a consistir en lo que se llama simplemente el control de lo que pasa a nivel de la reproducción de la  vida de  los seres  que en  razón de  que hablan,  se encuentran  teniendo  todo  tipo de problemas  de  conciencia.  Lo  que es  absolutamente  inaudito es  que no  nos  hayamos  dado cuenta aún de que los problemas de conciencia son problemas del goce.
Pero en  fin,  recién empezamos  a poder decirlos. No es para nada  seguro que eso  tenga  la menor consecuencia, ya que en efecto sabemos que  la  interpretación exige, para ser recibida lo que llamaba al empezar, un trabajo. El saber es del orden del goce. No hay razón para que cambie de cama. Lo que la gente espera, denuncia como intelectualización, simplemente alude a esto que están acostumbrados por experiencia a ver que no es de ningún modo necesario, no es  de ningún modo  suficiente,  comprender  algo para  que  algo  cambie.  La  cuestión del saber del psicoanalista no es para nada que eso se articule o no, la cuestión consiste en saber en qué lugar hay que estar para sostenerlo. Es acerca de esto, evidentemente, que tratare de indicar  algo a  lo  que no  sé  si lograré  dar  una  formulación  que  sea  transmisible. Trataré  sin embargo.
La cuestión es saber en qué medida lo que la ciencia la ciencia a la que el psicoanálisis, tanto ahora como en  tiempos de Freud, no puede hacer más que escoltar,  lo que  la ciencia puede alcanzar que se ajuste al término de real.
LO SIMBOLICO, LO IMAGINARIO Y LO REAL
Está muy  claro  que  la potencia de  lo  simbólico no necesita  ser  demostrada. Es  la potencia misma. No hay ninguna huella de potencia en el mundo antes de la aparición del lenguaje. Lo que hay  de  chocante en  lo  que  Freud esboza del  pre-Copérnico,  es  que  se  imagina  que el hombre estaba muy  contento por  estar  en el  centro del  universo  y  que  se  creía  su  rey. Es verdaderamente una  ilusión absolutamente  fabulosa!  Si  hay  algo  cuya  idea  tomaba de  las esferas eternas, es precisamente que ahí estaba la última palabra del saber. Lo que sabe algo en el mundo —  hace falta tiempo para que eso pase—  son las esferas etéreas. Ellas saben. Es en lo que el saber está asociado desde el origen a la idea del poder.
Y  en ese pequeño anuncio que está al dorso del paquetón de mis Escritos, ustedes  lo  ven, porque —   por  qué no admitirlo—  soy yo el  que escribió esta notita Quién  si  no,  yo,  habría podido hacerlo, se reconoce mi estilo y no está en absoluto mal escrita! —  invoco las Luces.
Está totalmente claro que las Luces han tardado un cierto tiempo en dilucidarse. En un primer tiempo, erraron el golpe por mucho. Pero finalmente, como el Infierno, estaban empedradas de buenas  intenciones. Contrariamente a  todo  lo que pudo decirse  las Luces  tenían por  finalidad enunciar  un  saber  que no  fuera homenaje  a ningún poder.  Pero  lamentamos  tener  que constatar que  los que se dedicaron a este asunto estaban un poco demasiado en posiciones de valet en relación a un cierto tipo—  debo decir bastante feliz y floreciente amo, los nobles de la época,  para  que hubieran podido  culminar  en otra  cosa  que en esta  famosa  revolución francesa que tuvo el resultado que conocen, a saber, la instauración de una raza de amo más feroz que todo lo que se había visto en acción hasta entonces.
Un saber que no puede esto el saber de  la  impotencia es  lo que el psicoanalista, desde una cierta perspectivo, una perspectiva que no calificaría de progresiva, es  lo que el psicoanalista podrá a vehiculizar.
Y para darles el  tenor de  la huella por la cual este año espero proseguí mi discurso, les voy a dar  el  título,  la primacía —para  que  se  les  haga agua  la boca—   les  voy  a dar  el  título del seminario que voy a dar en el mismo lugar que el año pasado, gracias a algunas personas que han querido dedicarse a preservárnoslo.
Se escribe así. . . antes de pronunciarlo, esto es una o, y esta una u. . . Tres puntos, pondrán lo que quieran, así  lo dejo a vuestra meditación.. Este o (ou) es el o (ou) que se  llama “vel” o “out” en latín, o peor;  . . .OU PIRE (. . .0 PEOR).

Notas finales
1  Poubellication es un neologismo que reúne ‘poubelle’ (tacho de basura) y publication’ (publicación)
2 Responsif, es un neologismo
3 Juego de palabras a partir de los dos Sentidos del término essence: esencia, y además: nafta.
4 ‘Chassez le natural, u revient au galop’ es un proverbio cuyo sentido es el de genio y figura hasta la sepultura’.
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Fuente: http://www.con-versiones.com/nota0641.htm