Por Oscar del Barco
Selección de frases de una novela poética del gran escritor cordobés (ensayista, poeta y narrador). Influido por un surrealismo salvaje, del Barco propone una historia dislocada de un hombre y una mujer en que se confunde el punto de referencia del narrador. Esta escritura –influida por la desobra que proponía Blanchot– alcanza su singularidad en máximas cortantes y desgarradoras y en imágenes turbulentas donde ya no reconocemos dónde termina el amor y comienza el funesto deseo.
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Memoria de una aventura metafísica
(selección de frases)
El casamiento
Todo era exageradamente lento. No había una respiración y luego otra y otra, sino una respiración, una mirada, una vida que abarcaba todas las miradas y las vidas posibles.
Sabíamos que todo sería obra del azar, pero que ese azar marcha sobre los azares vencidos; que en el último momento nada puede ser previsto, pero que hay que prever todo para que ese momento desencadene su delirio.
Cada uno fue convirtiéndose en el cazador furtivo del otro y nos separamos hasta ser dos silencios espectrales que huían por entre las piezas, viviendo sólo para cavar fosas.
…unas piedras verdes que parecen ojos, hundidos en toneladas de barro, alargando manos y labios para besarse o estrangularse.
Al caer rompemos vasos y botellas (…) hasta que mucho más tarde, seguramente en un pequeño trozo de vidrio, encontramos una cara, la nuestra, la levantamos y vamos poniéndola con sumo cuidado sobre el vacío, sobre le hueco en que nos habíamos convertido… después saludamos, conversamos, reímos, mientras con los dedos fríos, duros de dolor, ocultamos las lágrimas que empiezan a chorrear.
Nos transformamos en algo que está más allá de la carne, de los huesos, de las uñas, de los pelos, de los sueños y de esta vida abierta y aplastada que resume toda la tristeza del mundo.
…yo, en medio de ese incendio fabuloso, de esa música, levantaba los brazos y sabía que nada era imposible. Salí de mí mismo como otro y me arrojé al féretro. Comencé a luchar contras los vermes hasta vencerlos y rescatar desde el fondo de la putrefacción el hálito de su ser. Después, fueron trozos de huesos a los que la fuerza terrible de mi voluntad comenzó a vestir con girones de carne. Y reconstruí sus vísceras, su piel, sus uñas, sus cabellos, el color de sus labios, de sus mejillas; saqué de la nada sus ojos, a los que hice ver; su boca, a la que hice sonreír, hablar, llamarme…
Así llegábamos: fetos, fetos puros, ebrios, lúcidos, manoteando, desembarazándonos de una placenta humeante, nuestra vida, del amor, de la locura, del delirio…
Me atacó volviéndose contra mí con toda la furia de su ceguera, de esa incomprensión que la tornaba terrible, con ese convencimiento de que todo (desde los perfumes hasta las tormentas) estaba hecho para destrozarla (…): un mundo de objetos y de seres enemigos en los que no podía confiar, pues en cada uno había otro que tejía las incógnitas (…)
Me acusó de haber destrozado su vida, de haberle quitado el deseo de vivir, ese deseo que aún empañado de muerte es un deseo, algo.
Desde el primer día hurgué su carne y su espíritu, me burlé de sus risas y de sus lágrimas, de sus pensamientos, de sus amigos, de sus vestidos. Como si todo estuviera embarazado de muerte, en cada una de sus cosas yo le mostraba el cadáver que llevaban adentro, la trama de sombras sobre la que se levantaban sus días
Pero aún hay muchas otras cosas. Retuércete, gime. Hay la bondad. Una bondad terrible, una bondad con garras de hiena que llora de tristeza. (…)
Y un innoble, un obsceno deseo de paz a pesar de todo: anhelo de este sudario que la muerte pone sobre nuestra frente.
Detrás de esta taza y de este reloj y de estas uñas, la nada; detrás del amor, la nada, ese esqueleto vestido con sonrisas (…) Siempre así, detrás de esta inmunda y feroz barrera, el ojo blanco; detrás de estos papeles, sus gestos desesperados y dementes, sus ojos vencidos.
Nadie nos sostiene, somos actos puros lanzados como piedras o ramos de flores al vacío, a la locura.
… aún volando de fiebre o inmersa en tus más terribles pesadillas yo pasaba sobre ti despojándote: no quería verte hecha de carnes, ni de huesos, ni de nombres… tenía que destruir todo en ti para que fueras algo, para que el sol, algún sol, se levantara sobre tu desierto.
Me paré sobre el vacío, sobre la nada, y lancé un aullido tan horroroso como nunca antes se habrá oído en el mundo, pues ni los lobos devorándose, ni las víboras deglutiéndose, ni los fetos aplastados en el vientre, aúllan y gimen así, arrojando fuego, piedras, carne, sangre, todo lo que bulle en el hombre, todo lo que roe y mueve el universo y que nadie ha logrado arrancar de la infinita y misteriosa noche que nos rodea. Entonces los arcanos me sorbieron hacia lo alto y mientras ascendía me vi, de rodillas, llorando sobre un hueco con la forma de esa mujer que un día cantó y lloró entre mis brazos y mis labios.
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La Señorita Z
Habla Él:
…mi propia vida estallando entre las cosas a través de sus miles de rostros, en ella, simple figura de todo lo que uno ha deseado y perdido, de todo lo que uno conserva en este pasar por la destrucción y el renacer perpetuo, por esta condena de la que sólo nos salva ese viento alocado, indescriptible, de carne y hueso y humores furiosos y caídas que nunca terminan de deslizarse por los atardeceres y las noches, que es la Señorita Z.
Toda ella estaba quemándose desnuda, con los brazos en cruz, con un pecho colgándole en llamas, con la boca abierta, lanzando un espantoso grito interior, mudo.
Un misterio, el misterio del mundo que se abre en una boca que nos grita ¡la vida! ¡la vida! para despertarnos del miedo y meternos como una tormenta en su laberinto enloquecido
…una letra o un fragmento infinitamente pequeño de esa escritura incógnita. (…) me maldecía por mi impotencia, por mi ceguera; hubiera dado la vida por conocer esa letra que ella había arrancado a la brutalidad del misterio, por estar en esos ojos que habían mirado…
…y al final, frente a ese vaso a mitad de beber, entre esa gente que entraba y salía, quedó únicamente la ausencia de lo que hasta ese día había sido ella, la mujer de la más hermosa historia, la mujer del amor, de la vida, del mundo.
La Señorita Z iba descubriéndose al azar, como si cada día arrancara de su desnudez una nueva piel y nos mostrase una desnudez nueva. (…)
¿Cuándo terminaría? ¿Cuándo podría llegar a decir esto es ella y abrazar un cuerpo definitivo, una leyenda o sus lágrimas o sus risas?
…lo cautivante de ese hueco que era su presencia cuando estaba ausente…
Y somos náufrago irremediablemente perdidos. Cuerpos irreconocibles que se han posado en la blancura de las sábanas. Mis manos son una sucesión de miedos (de tocar una víbora, un cadáver o un fuego) y de esperanzas (de llegar tan hondo en ella que sea la muerte, una carga explosiva puesta bajo sus párpados). (…) ¿Nos esperábamos o huíamos de ese encuentro? ¿Cuándo y quién nos arrastró como a dos cadáveres sobre la nieve?
…a veces pienso que solamente eres la necesidad que tengo de ti. Somos dos criaturas que desde siempre obedecen a un designio, que han estado buscándose desde los primeros pasos y a las que nadie puede ya separar pues sus destinos derrotaron el azar y llevan sobre sí la condena, la gloria del amor.
…relatar esta historia es casi como usurpar un misterio; como atravesar caminando sobre la hierba de un templo sagrado, dejando detrás un campo donde ya nunca más se oirán risas.
…podrás tocarme pero no tocarás a quien buscas pasas bajo un gran cielo vacío y allí estás plasmado en lo que al fin has descubierto como el centro candente y blanco atravesando la muerte voy a construir tu nombre otra vez tu signo nos alcanzará, como el misterio, como otra luz, como dos labios.
…eras una especie de creación constante del mundo, de un decirle a cada cosa que sea, que así está bien, que pese a todo realice ese juego de espejos invertidos. (…) tus ojos brillaban como fuegos que en medio de la tempestad anuncian que algo existe, que algo está quemándose.
…aullábamos enloquecidos de ausencias.
Después gatearás, caminarás, y más tarde aprenderás a hablar nuevamente, a decir nombres donde ya no estará mi nombre, a cruzar calles donde ya nunca me encontrarás…
Esta es nuestra fuerza, este sentirnos algo en la noche, algo absurdo, algo feroz, pero algo (…); esto que de golpe, en una brizna de hierba, en una palabra o en cualquier cosa, cualquier olor, sabor, dolor, ausencia, olvido, sabe que está deslizándose, hundiéndose, pero él, él mismo bajo el sol y bajo las sombras y los signos, los enigmas, los sueños, sí, nuestra fuerza, nuestra locura, nuestro destino.
Nunca entenderemos, pero seguiremos tejiendo una débil tela de araña para seguir arrastrándonos sobre la nada, (…) agarrados a nuestras babas, a nuestros desechos, para seguir viviendo. Por fin puedo decir la verdad: es el humo que se levanta de un campo arrasado por las llamas.
Tu pasado articulado en mi propio dolor y mi pasado que estuvo hecho para este dolor que te recibe.
¿No hay nada que quede, que resista, que sobreviva a las muertes infinitas? ¿Qué es uno? ¿Qué es uno fuera de esta miserable historia que somos? Tengo que recogerte con tu pasado porque eso sos vos o nada; y yo estoy allí, entremezclado, vencido, dando gritos en medio de tus horas, de tu niñez…
Habla la Señorita Z:
¿Recuerdas cómo era yo antes de conocerte? (…) Llegaste vos y me diste vuelta, me sacaste la sombra, el miedo, me hiciste amar la locura (tuya, universal), un delirio compartido ya no es un delirio, decías, sino una realidad, si los dos queremos podemos volar, vi cómo se deshacía el tiempo…
De golpe, esto que creíamos tan hecho, tan firme, se licúa, se vuelve nada y somos un charco de agua en el suelo y viene un perro y comienza a pasar su lengua, a bebernos.
Nada, no tenía nada y de pronto libros, noches íntegras, días, horas, viajes. Nos trenzamos, nos aferramos (…) hasta necesito tus dientes para masticar, tu boca para hablar, tus ojos que son los míos que tú has necesitado para sobrevivir porque de la nada hemos construido esto que unos llamarán odio y otros amor o locura.
Y mientras caigo destrozada, con los ojos rotos y la boca explotada, eres tú, destrozado también, sin miedo, abierto, partido, dado a todo, quien aparece…
No sé qué somos y menos aún qué seremos, pero aquí estamos, en cualquier parte, bajo cualquier noche, náufragos o desertores o locos, ¿qué importa?
Hicimos el simulacro y lo hicimos bien. El simulacro del amor que es lo invencible de todo lo vencido. Pacíficamente, furiosamente, nos abrazamos, nos vivimos, nos destrozamos, nos besamos, nos mordimos, y de golpe, en medio de la lucha y de los gestos que nos quemaban en una unidad fascinante, nos encontramos cortados…
Quiero exterminarte pero te amo, me muero de ti, me muero de tu vida, me cuelgo de tus ojos como si estuviera suspendida sobre un abismo, camino en ti, huyo en ti, existo en tu existir orgulloso y fúnebre. (…) Te maldigo y sólo sé decir tu nombre, aún repudiada, aún incendiándome, aún perseguida por hombre y perros sólo tengo tu nombre, siempre tu nombre como un talismán.
Vuelve a hablar Él:
Somos el viento. Estamos metidos en un cosmos al que hay que atravesar dejando todo, desde la piel, la carne y los huesos, hasta los recuerdos, la niñez, la locura, vos, yo, ellos, esto, la música, las flores.
La Señorita Z era la gloriosa permanencia del deseo. En ella el deseo era una tempestad que voltea sin herir, (…) Todo se arma y se desarma en su boca, en su lengua, en sus ojos, en sus manos, y es un horno, una brasa inmensa, un iceberg despiadado. Toda ella está abierta, anhelante, sangrante, volcándose a través de un sexo dueño de todos los olores, de todas las formas, de todas las danzas…
También esto tenía que vivir su luna negra, ese temblor recóndito que empieza a ser la muerte en la intimidad de las risas y de los besos. No sé si es tu muerte o mi muerte. Aún no sé si hemos muerto. (…) Vivíamos inventando y acariciando miles de muertes, pero no ésta.
todo en esa fatalidad de la armonía, en el más íntimo secreto de la vida, hasta que de pronto esto no soy yo ni vos sino restos, resaca que algún mar arrojó a estas playas vacías, infinitamente solas. ¿Qué éramos? ¿qué habremos sido? No me acuerdo, no recuero nada, salvo el girar, el ir de un lado al otro…
…tiré, tiré mordiendo, aullando, tiré odiándote y a la vez amándote como nunca, tiré deseándote muerta y queriendo tu vida para poder vivir, para poder morir, para poder ser otra vez, tiré días y noches y tremendos años, tiré para siempre, tiré con el mundo, con el delirio, con la piedad, con el asco, con toda mi monstruosidad, con mi mentira, tiré hasta que con un sonido seco de huesos rotos apareció entre mis piernas tu cabeza llena de sangre con dos inmensos ojos inmóviles mirándome. Y en el momento en que salías de mí yo salía de ti, surgía entre tus piernas llamándote a gritos, yo, el devorado, el que la había surcado y atravesado y destrozado.
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